jueves, 27 de agosto de 2015

El Bisfenol A parece ser ubicuo

La verdad es que no quería hoy hablar del Bisfenol A. Con la entrada publicada el pasado 17 de diciembre, a propósito de las declaraciones del Profesor Olea, pensaba que había largado bastante por una temporada. En realidad, yo andaba pergeñando una entrada sobre esa noticia que se ha vuelto viral en las redes sociales en torno a la descarga, en un gigantesco reservorio de agua en la ciudad de Los Angeles (LA), de 96 millones de bolas negras de plástico, como la que veis en la foto. La suelta es una supuesta estrategia municipal para mitigar la evaporación de agua en una California con la mayor sequía de su historia y, al mismo tiempo, prevenir la formación en ese reservorio de unos compuestos químicos denominados bromatos, considerados como cancerígenos. Pero tirando del hilito de la información, y tras un día de búsqueda, apareció el Bisfenol A (BPA para los amigos y en inglés).

Lo cierto es que la noticia del vertido de las últimas 20.000 bolas por parte del Alcalde de LA, recogida en numerosas fotos y vídeos, es de las que tienen todos los boletos para hacer impacto en las redes. Contemplar los movimientos y agrupaciones de las bolas en el agua tiene algo de inusual e hipnótico. Construídas con polietileno de alta densidad (HDPE), uno de los polímeros (plásticos) más populares en ventas, son en realidad esferas huecas de unos 10 centímetros de diámetro, que pesan unos 245 gramos, sobre todo debido a los 205 gramos de agua que llevan en el interior para impedir que el viento se las lleve en un santiamén. El resto del interior (la mitad aprox.) está inflado con aire para que mantenga la forma. El plástico, constituyente de la capa externa, con un espesor en torno al milímetro, lleva incorporado un aditivo conocido como negro de carbón, el mismo pigmento que da color a los neumáticos.

Como era de esperar por la temática, una vez publicada la noticia se ha formado la mundial. Mientras el Ayuntamiento hace gala de los ahorros que las bolas proporcionan (disminución del agua evaporada, menos gastos en su cloración, etc.), el canal de televisión Fox, en su política habitual, ha arremetido contra la medida y de la mano de determinados expertos dice que puede producir una auténtica "pesadilla biológica" porque el agua se va a calentar (los funcionarios de la agencia del agua de LA dicen que, en realidad, hasta se enfría) y las bacterias y otros microrganismos van a crecer como moscas sobre la superficie de las bolas (la parte oficial dice que es justo lo contrario al no entrar la luz UV en el agua). Y que, además, se evaporará más agua (también en contradicción con el Ayuntamiento promotor de la medida). Luego está la discusión de por qué las bolas son negras y no blancas o de colorines. Vamos, el clásico follón en las redes entre "expertos". Yo, por ahora, no voy a entrar en estos asuntos porque la entrada se me haría muy larga, aunque aviso que todo esto me parece más propio de foto de políticos que de medida real contra los problemas que acucian a los californianos.

Y mientras andaba recopilando información de diversas fuentes, me topé con una revista llamada Grist, en la que al respecto de las bondades o maldades de la suelta de bolas, se hacían eco de una entrada del blog Discard Studies, publicada el pasado 16 de agosto por una tal Max Liboiron, que ella misma se define como "a scholar, activist, and artist. An Assistant Professor of Culture and Technology in the Department of Sociology at Memorial University of Newfoundland". Su CV, que se puede ver aquí, no parece que tenga mucho que ver con la Química y las aplicaciones de los plásticos. Y en el post mencionado, entre sus numerosas argumentaciones contra las bolas de marras, aparece esta:

En contacto con el agua los plásticos desprenden productos químicos............Mientras la exacta composición del polietileno usado en las bolas no se ha publicado, sabemos que se trata de un plástico relativamente inocuo. Excepto en lo relativo a las sustancias añadidas, resistentes a los rayos UV, y que si pueden pasar al agua.... El negro de carbón se supone que no es dañino cuando pasa al agua, lo cual es una buena noticia. Pero incluso con esa precaución la mayoría de los plásticos difunden disruptores endocrino en el agua que interfieren con el sistema hormonal de los animales y los humanos. Algunos como el BPA se acaba rompiendo en breves semanas o meses..... No sabemos los productos químicos que hay en las bolas pero migrarán al agua, sobre todo porque les va a dar el sol y se supone que estarán en ella por un periodo medio de vida de 10 años.

Un portento esta chica. Sabe (o debiera saber) que el plástico de las bolas es polietileno de alta densidad (HDPE), permitido por la EPA para estar en contacto con agua. Que el único aditivo que lleva en su composición, contra la luz ultravioleta (UV), es el negro de carbón que ella misma dice que no es dañino. ¿A qué viene meter al bisfenol A (BPA) en este asunto?. Ni el plástico de las bolas lo lleva en su propia estructura o en su composición comercial, ni se puede generar en las condiciones de uso de las mismas. ¿O sabe más, con su CV, que la propia EPA?.

Y no quiero seguir con sus argumentaciones en el resto del post donde, como es de rigor, aparecen el DDT, los retardantes a la llama o la "sopa de plásticos". Ninguno de los cuales tiene que ver con el asunto de las bolas vertidas al Los Angeles Reservoir. Como habitualmente pasa...

Leer mas...

lunes, 24 de agosto de 2015

Testamento vital (digital)

Dice la hoja parroquial de mi ciudad (aka DVasco) que esto de las redes sociales y los fallecimientos de los titulares de las cuentas en las mismas se está poniendo complicado. Que uno abre una cuenta en Facebook o en Twitter y luego se muere, más o menos repentinamente, y a ver qué pasa con esa cuenta. Que en cuestión de pocos años va a haber millones de cuentas de todo tipo de redes que se van a quedar sin propietario que las alimente. Y como para todo hay alguien que quiere hacer negocio, ya están surgiendo iniciativas de empresas que cerrarán tus ojos digitales por un módico precio.

También hay sicólogos que se apuntan al festín haciéndonos saber los inconvenientes que, para el duelo de nuestros allegados, puede tener el hecho de que una cuenta de nuestra propiedad se mantenga abierta. La verdad es que, cada día, me asombra más la capacidad de estos profesionales para adaptarse a las nuevas "realidades" que se nos vienen encima, aunque no sepan nada del asunto. Porque, como ellos mismos reconocen en el artículo del DV, sobre esto "no hay datos".

Yo lo tengo todo bien ordenado. Mi Santa tiene sus voluntades anticipadas registradas, un último acto de amor hacia mí porque me libra de decisiones de hondo calado. Yo no las he registrado porque le conozco bien y sé que, ante lo inevitable, no se va a complicar mucho la vida conmigo. También tengo dispuesta en una lista de reproducción de iTunes la música que, en su caso, quiero que me toquen de cuerpo presente, extractos de obras de Purcell, Brahms y Prokofiev (aunque por ahora no daré más detalles). Y espero contar, en poco tiempo, con amigos veinte o treinta años más jóvenes que yo,  a los que he conocido en las citadas redes, que cierren mis cuentas de Twitter y Blogger con juvenil diligencia. Ya he confeccionado una lista razonable de posibles agentes de la liquidación, pero lo tendré que ir consultando personalmente. Y si hay voluntarios, no tenéis más que apuntaros.

Leer mas...

miércoles, 12 de agosto de 2015

Borodin: Química y Música

Un blog es una versión actual, virtual, de un diario o un cuaderno de bitácora. Se supone que algo personal y casi íntimo del que lo escribe. Pero con la irrupción de estas tecnologías, la intimidad se diluye o, al menos, se transforma. Porque ¿qué queda hoy en día más oculto, un diario de papel o uno electrónico?. Este último se diluye en el magma de los millones y millones de páginas electrónicas que un buscador otea y en el pozo sin fondo de los millones y millones de otros blogs en los que, pirados como yo, pierden el tiempo, quizás con la secreta intención de que alguien les lea o quizás, y por aquí deben andar mis tiros, como último recurso a una especie de aburrimiento infinito que poco a poco te cala como una enredadera.

Las entradas acumuladas son un chivato de las tendencias del autor, un escaparate de las vergüenzas que uno atesora, ya sean conceptuales o personales y, en el fondo, una bomba de relojería que otros pudieran explotar en tu contra. Pero, pelillos a la mar, si uno se mete ya en este lío, esas manías personales pueden servir a veces como pretexto para hilar un tema en el que uno no había pensado a priori. Y la entrada de hoy es un ejemplo.

Empezaremos por un vicio inconfesable. Cuando ando deprimido, una de mis herramientas terapéuticas es oir música al máximo volumen que mi Santa me deje. Antes morir sordo que visitar a un psiquiatra. En la familia tengo dos que velan por la salud mental de sus congéneres (y parece que bien), pero yo soy un familiar, no un congénere y eso introduce otras variables algo incontrolables. Así que, en situaciones un poco límite, elijo una de las piezas que mi chica llama pachangueras (infundios, siempre es música clásica de lo más reputada) y, armado de una batuta de director profesional, me pongo a dirigir como si tuviera una orquesta real a pie de peana.

Mis páginas favoritas para dirigir son muchas y variadas. Desde un pasodoble español como El Gato Montes a la Obertura de Cándido de Bernstein o el Pájaro de Fuego de Stravinsky (ahora mismo tengo el Waltz de la Suite Masquerade de Khachaturian). Esas preferencias cambian con el tiempo pero desde que tengo uso de razón musical hay una pieza que no ha caído en el ranking: Las Danzas Polovtsianas del Principe Igor de Alexander Borodin. Quizás porque cada vez que la escucho me traslado al quiosco del pueblo en el que viví mis años infantiles, acompañando a mi padre a escuchar, y fue muchas veces, la modesta pero valiosa versión que de la citada pieza hacían la Banda y el Coro de Hernani, que mi progenitor había contribuido a crear (y hasta a mantener).

Y, ¿a qué viene esto en un Blog de Química?. Pues a que Borodin, hoy conocido por cualquier amante de la música clásica fue, sobre todo, un profesor e investigador en Química. El mismo llegó a denominarse como "músico de domingo" (un dominguero, vamos), a pesar de que hoy en día forme parte de la cúspide de la música rusa del siglo XIX, los llamados “Cinco Rusos”: Balakirev, Rimsky-Korsakov, Mussorgsky, Cui y el propio Borodin.

Mientras que como músico ha pasado a la posteridad, el resultado final de su vida como químico es bastante triste. A pesar de que hizo sustanciales contribuciones a la Química, la mayor parte de ellas han quedado relegadas al olvido o, en algunos casos, incluso suplantadas por otros investigadores posteriores. Borodin fue el primer investigador en preparar compuestos aromáticos con flúor, descubrió la famosa condensación aldólica y desarrolló cuidadosos métodos para medir el contenido en urea de la orina.

Cuando hace ya tiempo empecé a leer cosas sobre la biografía de Borodin descubrí en él una serie de características personales que sumadas a mi devoción por sus Danzas, le han hecho uno de mis personajes favoritos. Creo que traduciendo una frase de sus propias Memorias se va a entender el por qué de mi comunión con él. Dice Borodin:

Como compositor siempre he querido permanecer en el anonimato y he solido avergonzarme de mi actividad musical....Para otros es su principal actividad, la razón de su vida. Para mí es una relajación, un pasatiempo que me distrae de mi principal afán: enseñar. Me gusta mi profesión de profesor y la actividad científica que desarrollo. Me encantan las actividades académicas y mis estudiantes, chicos y chicas, porque dirigir el trabajo de gente joven te ayuda a estar en contacto estrecho con ellos.

Leyendo esas líneas me siento cual alma gemela del ruso. Y quizás hay un matiz que, leído en el siglo XXI, resulta casi imperceptible: chicos y chicas. Borodin fue un activo defensor de los derechos de las mujeres, a las que incorporaba a su laboratorio en iguales condiciones que los hombres, llegando a ser uno de los fundadores de la Escuela de Medicina para Mujeres en San Petersburgo. En mi ya casi finiquitada carrera académica, siempre me he sentido más cómodo rodeado de mujeres que de hombres. Y no me ha ido mal......

Leer mas...

domingo, 9 de agosto de 2015

Filatelia y gominolas

Estoy seguro de que mis amigos expertos en redes y en comunicación me dirán que, en agosto, es mejor tomarse vacaciones como autor de un modesto Blog como éste. Pero mi junio y julio han sido dos meses demasiado turbulentos como para alejar de mi la entropía que me han producido y ponerme a escribir en plan dilettante. De ahí el parón que mis fieles seguidores habrán detectado. Así que como ya soy mayor en DNI y autoría de blog, creo que me está permitido hacer lo que me dé la gana y ver si en agosto consigo retomar la tranquilidad y "deleitaros" con algunas entradas. La anterior sobre recetas de la alquimia no ha ido nada mal y ha hecho subir de forma notable mis estadísticas.

Así que, para continuar, vamos a recordar una entrada nada menos que de junio de 2006, en la que os explicaba las diferentes familias de los azúcares o carbohidratos, diferenciando entre monosacáridos como la glucosa o la fructosa (de las frutas, como es obvio), disacáridos como la sacarosa (el azúcar normal) o la lactosa de la leche (que contienen dos monosacaridos unidos) y polisacáridos como el almidón o la celulosa, ambos constituidos por largas cadenas de muchas unidades de glucosa. De muchos de los citados extraemos los humanos el "combustible" base para nuestro "motor". Allí quedaba claro, además, que hay otros muchos polisacáridos, donde la unidad que se repite es diferente de la glucosa del almidón o la celulosa y que, en muchas sustancias que se dan en nuestro mundo, es normal encontrar complejas mezclas de polisacáridos.

Una de esas sustancia que puede denominarse como mezcla de polisacáridos (aunque también lleve como componentes algunas proteínas) es la denominada goma arábiga. Se le ha seguido la pista hacia atrás hasta el tercer milenio antes de Cristo, el tiempo de los antiguos egipcios, que comerciaron con ella y la usaron como aglomerante de pinturas y como adhesivo en sus ilustraciones jeroglíficas. Está también documentado su uso, igualmente como adhesivo, en los tejidos de lino usados para embalsamar las momias.

La goma arábiga se obtiene de algunos tipos de acacias que la emplean en un mecanismo natural de defensa. Cuando la corteza de estos árboles es dañada por algún agente exterior, la planta exuda una disolución acuosa de la goma y sella la herida, previniendo así posteriores infecciones o la deshidratación. Esa disolución acaba secándose al aire, dejando unas costras sólidas que pueden recolectarse fácilmente. En las actuales plantaciones de acacias para obtener goma arábiga, esas heridas se provocan deliberadamente, como pasa también en las plantaciones de árboles de caucho, en las que se practican pequeñas incisiones en sus cortezas para recoger el exudado que dará lugar a lo que conocemos como caucho natural.

Desde un punto de vista químico y como se ha mencionado arriba, la goma arábiga es una compleja mezcla de polímeros naturales (polisacáridos y glicoproteínas), aunque los primeros, en forma largas cadenas de galactosa y arabinosa (otros dos monosacáridos) son los más abundantes. La característica más notable de la goma arábiga, que le ha abierto muchas aplicaciones, es que se trata de una sustancia comestible. De hecho, en la lista de aditivos alimentarios permitidos por la CE, figura con el número E-414 y, por ello, se ha usado y se usa en golosinas como las gominolas, chocolatinas, refrescos sin alcohol, chicles, etc. En el Léxico Científico Gastronómico, publicado en 2006 por la Fundación Alicia (parte de ese entramado económico-mediático que generó Ferrán Adriá), la goma arábiga aparece como una de las sustancias en investigación por los modernos cocineros, aunque se apuntan los usos que de ella se han hecho, desde hace años, en la industria alimentaria, donde se la ha empleado como aditivo en salsas y sopas, en el recubrimiento de cacao y chocolate, etc.

Ese mismo carácter de sustancia inocua para el organismo humano la convirtió durante años en elemento insustituible como adhesivo en los sellos de correos. Y así, está perfectamente documentado el hecho que el primer sello acuñado en Inglaterra en 1840 (el famoso Penny Black) ya se pegaba a los sobres gracias a la goma arábiga.

Depositada en forma de filme en la parte trasera del sello, permitía que esa superficie fuera ensalivada como fase previa a su pegado en un sobre, sin que el usuario sufriera daño alguno, aunque su presencia se hacía notoria en lengua y boca. Esa sensación será desconocida para mis jóvenes lectores que no escriben cartas sino emails y, por tanto, no tienen que echarlas al buzón con su correspondiente sello. Además, hoy en día, los sellos se pegan con los llamados adhesivos de contacto, a base de polímeros sintéticos, con lo que no hay que andar dando lengüetazos, algo que siempre queda poco fino.

El proceso de pegado es además reversible, ya que la goma arábiga es soluble en agua, permitiendo despegar sobre y sello. Todos los que hemos hecho en el pasado colecciones de sellos (el Búho fue filatélico incipiente, de los que los domingos iba a la Plaza de la Constitución donostiarra a cambiarlos), recordamos la estrategia de recortar la parte de los sobres que contenía el sello, ponerla en agua y esperar a que el sello se soltara, para dejarlo despues secar e incorporarlo a nuestro álbum de colección.

Leer mas...

lunes, 3 de agosto de 2015

Alquimia de la buena

Me he enterado, gracias a un artículo publicado hoy mismo en el Chemical Engineering News y firmado por su corresponsal en Berlín, Sarah Everts, de la existencia de un interesante proyecto (The Making and Knowing Project), lanzado el pasado setiembre en la americana Columbia University, destinado a transcribir, traducir y reproducir las recetas de un manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional francesa. Conocido en la jerga de la Biblioteca como Mr. Fr. 604, es una obra anónima, abigarrada de texto y notas al margen, que describe una serie de recetas para producir pinturas, barnices, fabricar monedas, piezas de joyería, tratar de reproducir el coral, etc. Si queréis ver información sobre el proyecto e incluso navegar en la versión digitalizada del manuscrito, podéis pinchar aquí.

El explicar ese proyecto le sirve a Sarah Everts para construir un magnífico artículo, basado también en otras experiencias similares, en el que da cuenta de los, hoy por hoy, contados  intentos de una serie de científicos e historiadores de la Ciencia, tratando de reproducir antiguas recetas de ese precedente de la Química, la Medicina y otras Ciencias que conocemos como Alquimia. Asentada en la búsqueda de algo que hoy identificaríamos como magia o pseudociencia (la famosa piedra filosofal que convertiría metales en oro y plata o nos proporcionaría el elixir de la vida, que nos curaría de todos los males o nos haría inmortales), lo cierto es que los libros de Alquimia contienen material muy interesante que hoy se está tratando de redescubrir. Y que evidencia que, como dice uno de los científicos mencionados en el artículo, no todos los antiguos y premodernos eran estúpidos sino más bien al contrario, si no se pierde de vista el contexto en el que realizaron su obra.

El artículo contiene ejemplos dignos de reseñar sobre las dificultades de este tipo de recreaciones. Como el llevado a cabo por un químico e historiador de la Johns Hopkins University, quien trataba de reproducir una receta para hacer un vidrio de antimonio que, según un tratado de Alquimia, tenía propiedades curativas. El autor del manuscrito aseguraba además que la receta  era muy fácil de llevar a cabo. El moderno científico, sin embargo, no lo consiguió en numerosos intentos, hasta que se dió cuenta que su materia prima era un mineral de antimonio (la antimonita, en principio la misma que la de la receta), pero que no provenía de la misma zona geográfica que la de la empleada por el autor del manuscrito. En esa zona, la antimonita contiene siempre hasta un 3% de sílice que su materia prima no tenía. Cuando adicionó ese porcentaje de sílice, el cristal de antimonio salía siempre perfecto.

O como el estudio llevado a cabo por un Grupo francés, tratando de recrear una antigua receta romana para teñir el pelo. La receta original partía de óxido de plomo y cal pero en contacto con la queratina del pelo, algunos de cuyos aminoácidos contienen azufre, produce sulfuro de plomo que es el causante del color negro. Curiosamente, un conocido tinte de nuestros días, llamado Grecian, tambien usaba plomo para teñir el pelo. Pero los investigadores franceses llegaron más allá. Tal y como describen en un artículo publicado por la revista Nano Letters en 2006,  estudios microscópicos realizados, tras seguir la receta romana, evidenciaron que ese sulfuro de plomo se deposita sobre el pelo en forma de nanocristales!!!!!!. Nanociencia y Nanotecnología en la época romana y nosotros sin enterarnos.

Los ejemplos que acabo de describir son solo una muestra de los contenidos en el artículo, que desconozco por cuanto tiempo pero que, por ahora, podéis leer aquí.

Leer mas...

Powered By Blogger