jueves, 31 de julio de 2014

Es difícil hacer predicciones...

....sobre todo sobre el futuro, una frase de Niels Bohr que ya he mencionado más de una vez en este Blog y que debo a Pedro M. Etxenike, quien la suele manejar en sus charlas para justificar la idea de que lo que pueda producir la Ciencia en el futuro es impredecible y, por tanto, no deberíamos restringirla a aplicaciones cortoplacistas, más propias de la Tecnología que de la propia Ciencia. Y, en esas charlas, suele poner diferentes ejemplos de predicciones que han fallado de forma estrepitosa, ejemplos que Pedro Miguel ha ido actualizando a lo largo del tiempo. Voy a usar algunos, que amablemente me ha hecho llegar, tomados de una reciente conferencia suya en los Cursos de Verano 2014 en El Escorial, para arrancar con este post del último día de julio.

Por ejemplo, mi admirado Lord Kelvin decía, en 1895, que "Máquinas voladoras más pesadas que el aire son imposibles". En el mismo ámbito aeronaútico, el Mariscal Foch decía en 1911 que "Los aviones son juguetes interesantes, pero sin valor militar". Gente más concienzuda, como el conocido físico A.A. Michelson, se aventuró a decir en 1894 que "Ya se conocen todas las leyes importantes de la Física". Y si nos centramos en épocas más recientes y en el dominio de la informática, Thomas Watson, Presidente ejecutivo de IBM, decía en 1943: "Pienso que hay un mercado mundial para, tal vez, cinco ordenadores". Su homólogo en DEC, Ken Olsen, no era tampoco muy previsor de su propio futuro, cuando dijo: "No veo razón alguna para que alguien quiera desear un ordenador en su hogar". Para terminar con el mismísimo Bill Gates quien, en 1985, decía que "640 Kbytes siempre serán suficientes". Así que Bohr era más listo y prefería no arriesgar.

En este mismo Blog yo contaba en 2008 el caso de la llamada "Economía del hidrógeno". Cuando en 2002 compré y leí el libro de Jeremy Rifkin con ese título y un subtítulo que decía La próxima gran revolución económica, algo no me cuadraba, sobre todo en lo relativo al origen del hidrógeno que necesitaríamos. Y así ha sido. Mientras Rifkin predecía que, para 2010, todos andaríamos en coches a base de hidrógeno, la realidad es que, como mucho, andamos en unos pocos vehículos de baterías de litio y como el fracking se extienda a nivel de lo que ha ocurrido en USA, creo que tendremos coches de gasolina o gas-oil para unos cuantos (bastantes) años más de lo previsto.

Este largo preámbulo viene a cuento de otra predicción que, puedo apostar y apuesto, tiene altas probabilidades de fallar. La revista Materia publicaba esta semana un artículo titulado "Las diez innovaciones que cambiarán el mundo dentro de una década". Por razones obvias, yo solo me voy a fijar en una que dice literalmente: La muerte del plástico. Tras décadas siendo el rey de nuestras vidas, el plástico habrá muerto para siempre. Los nanomateriales ya habrán tomado (para 2025) el control en los sistemas de fabricación y embalaje, con sustitutos del plástico que se adaptarán mejor a las necesidades de cada fabricante, siendo completamente biodegradables.

Ahí es nada. Pero, como siempre, hay que leerse la letra pequeña. Materia tomaba ese párrafo de un informe de 28 páginas titulado "The World in 2025: 10 predictions of innovation", editado por Thomson Reuters, el gigante de la bibliometría (entre otras cosas) y editora de la ISI Web of Science. En su introducción explican que las predicciones están basadas en un análisis de las publicaciones y patentes recogidas en dicha herramienta. En su página 19, en lo relativo al impactante título de Materia, las cosas son un poco diferentes a lo arriba subrayado: "Los envases basados en el petróleo son historia; los envases derivados de celulosa toman el poder". Con un subtítulo que clarifica algo más el asunto, pues viene a decir que materiales nanocompuestos basados en nanocelulosa hacen que esos envases sean 100% biodegradables a diferencia de los basados en el petróleo.

Veremos lo que pasa pero del informe Thomson-Reuters queda claro que el asunto se centra en envases y no en otras, y muy diversas, aplicaciones de los plásticos. Y, además, los potenciales sustitutos son nanocompuestos de nanocelulosa. Lo que quiere decir que esas nanofibras de origen natural están dispersas en una matriz constituída por un polímero o plástico. Si ese plástico es biodegradable, todo será biodegradable, pero esta segunda premisa está, hoy por hoy, bastante lejana.

Y no lo digo yo. Alain Dufresne es un especialista en estos temas que trabaja en la Universidad de Grenoble. Su competencia en Nanocelulosa puede ser fácilmente comprobada por cualquiera que tenga acceso a la mencionada ISI Web of Science en términos de artículos, índices de impacto, índice h y similares. A finales de 2012 publicó un interesante libro titulado Nano-Cellulose: From Nature to High Performance Tailored Materials, en el que aborda diversos aspectos de la preparación, caracterización y aplicaciones de la nanocelulosa y sus nanocompuestos. La frase final del libro es para mí esclarecedora de las dudas que incluso un experto, como Dufresne, tiene en este momento sobre el tema:  "El futuro nos dirá si este repentino interés por la nanocelulosa es solo flor de un día o una realidad en la Ciencia de Materiales".

Como yo tampoco puedo predecir el futuro de forma fiable no sé si llegaré vivo a 2025, pero ya me gustaría comprobar cuál de las dos opciones de Dufresne es la que se concreta.

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viernes, 25 de julio de 2014

Mujeres con Ciencia y Erika Cremer

Hace unas pocas entradas, en mayo de este año, os proponía leer una contribución mía en el Cuaderno de Cultura Científica, uno de los blogs de "agitación y propaganda" que publica en la red la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU, que dirige mi antiguo Rector Iñako Pérez Iglesias. Desde hace unos meses, esa publicación digital contiene otro Blog denominado Mujeres con Ciencia, coordinado por la profesora del Departamento de Matemáticas de mi Universidad Marta Macho Stadler. Esa sección está destinada a divulgar el importante (aunque a veces oscuro o, más bien, oscurecido) papel de las mujeres en el progreso científico. Esta semana me han publicado ahí un post sobre la figura de Erika Cremer, una pionera, aunque poco reconocida, en el desarrollo de la cromatografía de gases, una técnica que todo químico conoce y que ha resultado fundamental en el papel que la Química ha jugado en el siglo XX en campos como la Petroquímica o las Ciencias Ambientales. Aquí teneis el enlace para poder leerlo con tranquilidad y, ya metidos en gastos, podeis surfear un poco tanto en las páginas de ese Blog como en el Cuaderno, que seguro que os engancharán.

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lunes, 21 de julio de 2014

El benzopireno de cada julio

Escribir sobre los benzopirenos es casi un hecho recurrente en este Blog. Como la última vez fue ya hace tres años, toca. En esa entrada de julio de 2011, repasaba al principio entradas viejas en las que los había mencionado en tanto que constituyentes de una familia más grande de sustancias químicas conocidas bajo el nombre de Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (HAPs ó PAHs en su versión inglesa). Y es que los HAPs han aparecido en los sitios más insospechados de este Blog, desde lociones para la psoriasis, pasando por los ahumados hasta acabar en las traviesas de tren. Esta gran familia es también habitual en medios de comunicación y sitios de internet, en los que se citan junto a otras relevantes en lo que a peligrosidad se refiere, como las dioxinas, los PCBs, los retardantes a la llama bromados y similares.

El caso es que yo he vuelto ultimamente a trastear con los HAPs con motivo de mi participación en los Cursos de Verano de la Universidad de Burgos, de los que ya os hablé, y donde mi ponencia versó sobre Quimiofobia en la vida cotidiana. Allí recurrí, una vez más, a una estrategia sibilina basada en hacer notar que esa manía que tenemos los humanos de comer las cosas cocinadas no es sino un remedo de la labor de los "malvados" químicos de síntesis en sus laboratorios universitarios o industriales. No en vano, tomamos sustancias de partida (verduras, legumbres, carnes o pescado) que son los "reactivos" de un cocinero. Elegimos cantidades ajustadas de esos ingredientes, controlamos temperaturas y hasta presiones (como en la olla a presión) para obtener, al final, unos "productos" que resultan sustancialmente diferentes de los ingredientes de partida en lo relativo a sabores y olores, diferencia que no es sino el reflejo de las diferentes sustancias químicas que contienen unos y otros. Como dice una frase que me suele gustar citar, "la Química es como la cocina, solo que no hay que meter la cuchara para probar". Aunque hay que matizar que los productos finales de la "química" culinaria contienen también diversos y malignos "angelitos" como los benzopirenos.

En la entrada de hoy voy a contar algunos cotilleos que he ido acumulando en las últimas semanas sobre esos HAPs que agrupamos en el colectivo benzopirenos. Me voy a centrar solo en un miembro de la subfamilia, el benzo(a)pireno. Un poco por simplificar y no agobiaros con mucho nombre raro y porque el susodicho es un elemento muy representativo de la subfamilia y con un largo historial en lo relativo al cáncer.

El benzo(a)pireno está con nosotros desde el origen de los tiempos pues es el resultado de fenómenos de combustión y de pirólisis (calentamientos a alta temperatura) como los que se dan en los incendios forestales, en las erupciones volcánicas o en una confortable chimenea de una casa de campo (como luego veremos). Pero se ha producido también (como subproducto inevitable) en procesos industriales como la destilación de la hulla o el petróleo. Y también resulta de la combustión en los motores de los automóviles. Así que no es raro que, a través de los alimentos expuestos al medio ambiente, estemos ingiriendo benzo(a)pireno en cantidades que dependen mucho de la contaminación atmosférica y que, en países civilizados, pueden alcanzar los 100 nanogramos/día que llegaron a medir unos investigadores catalanes en sus conciudadanos [Food Chem. Toxicol., 2008, 46 (9), pp 3163-3171].

Sobre los riesgos que el benzo(a)pireno tiene en el organismo humano se poseen datos fiables desde que se empezó a considerar los problemas de salud de los aprendices de deshollinador. Esa profesión, hoy desaparecida, surge como consecuencia de la necesidad de eliminar de las chimeneas sustancias como la creosota (rica en HAPs), producida en la combustión de madera y carbón, que se va adhiriendo a la pared interna de la chimenea y que puede provocar, y ha provocado, muchos incendios en casas en el pasado. Para evitarlo, había que proceder a una periódica limpieza exhaustiva del conducto para lo que, además de los utensilios al uso, se empleaba a pequeños aprendices de deshollinador que trepaban por el interior de la chimenea para desprender manualmente los depósitos de creosota. Muy pronto (finales del XVIII) se empezó a constatar que esos niños acababan afectados en el transcurrir de los años por un peligroso cáncer de escroto, que se conocía al principio como la "enfermedad del deshollinador". Hoy sabemos que un factor importante en el desarrollo de ese cáncer eran los PHAs cancerígenos (hay otros que no lo son) y, en particular, nuestro benzo(a)pireno.

Este mismo compuesto fue determinante para hacer bajar del burro, de una vez por todas, a las industrias tabaqueras que se negaban a aceptar la causalidad del tabaco en el cáncer de pulmón. Cuando las técnicas instrumentales de detección y cuantificación de sustancias químicas experimentaron el increíble desarrollo que tuvo lugar a partir de los años sesenta del siglo pasado, quedó bien claro que en el humo y, sobre todo, en el alquitrán que se forma mientras nos fumamos un cigarro, había cantidades importantes de benzo(a)pireno, del que también se tenían pruebas, realizadas con animales, sobre su influencia en tumores pulmonares.

Pero hete aquí que, por razones que no vienen al caso, tengo debilidad por un grupo portugués de la Universidad de Oporto que lleva años investigando la aparición de PHAs en general y benzo(a)pireno en particular, en alimentos cocinados a la brasa o barbacoa. Y entre la distinta bibliografía que han producido al respecto, seleccioné para la charla de Burgos datos de dos artículos, uno de 2012 y otro de este mismo año, que me resultaron particularmente relevantes para mis objetivos de demostrar lo "peligroso" que puede ser cocinar, aunque sea cocina tradicional o de tu abuela, tenidas ambas por sanas y naturales.

En el artículo de 2012 [Food Chem. Toxicol., 2012, 50 (6), pp 2128-2134], los autores demuestran, por ejemplo, que un muslito de pollo de unos 100 gramos, hecho en una barbacoa de las que ahora en verano se estilan en cualquier jardín, contiene hasta 900 nanogramos de benzo(a)pireno, unas 9 veces la cantidad de benzopireno diaria que he mencionado arriba. Datos similares se dan con la carne de vacuno o porcino. Y, además, nuestro benzo(a)pireno es sólo uno de los 24 HAPs que aparecían en esas piezas más o menos chamuscadas.

El artículo de 2014 [J. Agric. Food Chem., 2014, 62 (12), pp 2638–2643] me llamó la atención por mi debilidad por los temas gastronómicos. Resulta que parte de ese contenido arriba mencionado puede eliminarse si las piezas a colocar en la barbacoa son previamente marinadas en cerveza, ya sea una Pilsen, una Pilsen sin alcohol o una cerveza negra. El efecto se atribuye a la capacidad de ciertos componentes de la cerveza para secuestrar los radicales libres existentes en la carne original, radicales que juegan un papel posterior en la génesis de los HAPs mientras se están cocinando.

No me digais que no es un tipo de investigación como para tener adeptos. Además de publicar, uno tiene barra libre a muslitos, solomillos y similares, acompañados de buena cerveza. Aunque con moderación, como todo.

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