martes, 31 de mayo de 2011

Métodos estadísticos

El libro al que hacía mención hace unas entradas, "Bad Science" de Ben Goldacre, enuncia uno de sus capítulos bajo el epígrafe Mala Estadística, en el que se analiza, con varios ejemplos, el mal uso (y los peligros que ello entraña) que muchos medios hacen de los datos estadísticos provenientes de los estudios epidemiológicos realizados en Medicina. En muchos de estos estudios, se trata de establecer relaciones causa/efecto entre una o varias sustancias químicas con alguna indeseada repercusión en nuestra salud (cáncer, mutaciones, etc.). En ello pensaba yo esta noche, despues de leer en Amazon partes de un libro que se me proponía para su compra y que, como quedará claro, obviamente no compraré. Entre otras cosas porque una parte importante de sus conclusiones se deriva de una generalización perversa de los datos estadísticos.

El autor del libro es un profesor de Literatura (¡mal empezamos!) en la Universidad americana de Delaware. Trás ciertos problemas con su cadera, se le detectó como causa de los mismos un tumor canceroso del que felizmente se ha repuesto. Pero la enfermedad ha dejado sus secuelas y ha convertido al profesor Jenkins en uno más de esa legión de hipocondríacos (americanos) que cree que todo lo que come o respira está contaminado y que el incremento notable de cánceres, mutaciones, casos de autismo, alergias, etc. que según ellos se ha producido, se deben, sin duda alguna, a que estamos siendo "marinados" (es su expresión literal) en un caldo químico que nos está matando. Al final del libro propone una estrategia de eliminación de todo aquello que contenga sustancias químicas sospechosas en campos como las fuentes de nuestra alimentación, nuestra higiene personal, en nuestros métodos de limpieza casera, en la conservación de alimentos, en los métodos de cocción de los mismos, etc.

Tengo que reconocer que el tonillo de este colectivo me pone de los nervios. Pero llevo ya tiempo intuyendo que la política del mamporrero que usan algunos colegas divulgadores no da buenos resultados. Si uno se pone borde con este tipo de creencias le acaban inundando la sección de comentarios de insultos y expresiones más o menos violentas. Así que yo también he optado por la estadística, pero entendida desde el lado de la moneda que usualmente no se suele emplear.

Como ya he mencionado en otras entradas, el cloruro de vinilo (VC) es un gas con el que se obtiene el famoso PVC, el plástico diabólico por excelencia para grupos como Greenpeace. Uno de los argumentos en su contra es que ese gas es un peligroso cancerígeno, que genera un agresivo cáncer de hígado conocido como angiosarcoma. Todo perfectamente constatado en estudios epidemiológicos con poblaciones expuestas al cloruro de vinilo y con experimentos con animales a altas dosis del mismo.

Uno de los trabajos más citados en torno al cloruro de vinilo (VC) es uno patrocinado por la International Agency for Research on Cancer (IARC) de Canadá, que coordinó en los noventa un estudio sobre 14351 individuos que habían estado expuestos a dicha sustancia en 19 factorías de Italia, Suecia, Noruega e Inglaterra dedicadas a la fabricación de PVC, tratando de establecer relaciones entre el angiosarcoma antes mencionado y el monómero empleado en la fabricación del plástico de marras. Se trataba de trabajadores que, en su mayoría, habían trabajado en esas plantas en años en los que las medidas de seguridad al respecto dejaban mucho que desear, porque darse cuenta de la peligrosidad del VC llevó su tiempo.

Los resultados obtenidos pueden presentarse de forma muy diferente dependiendo del efecto que queramos conseguir. Los datos de la muestra indicaban un 200% más de cáncer de hígado con respecto a poblaciones no expuestas al monómero, lo cual, así enunciado, resulta particularmente preocupante. Pero si, en lugar de ello, presento los datos diciendo que frente a los 8 cánceres esperados en una población no expuesta al peligroso cloruro de vinilo, se encontraron 24 entre los trabajadores expuestos durante largas jornadas de trabajo a dicha sustancia, el porcentaje de incremento es ciertamente un 200% y demuestra, epidemiológicamente hablando, el carácter dañino del VC. Pero veinticuatro trabajadores con cáncer no deja de ser el 0.16 % de la población total investigada, una población, por otro lado, muchísimo más expuesta al gas cancerígeno que el resto de los mortales.

Y ahora una estadística personal que tiene poco de científica, pero como me ha costado mi trabajo elaborarla la tengo que soltar o me da el yuyu. Susan Ainsworth es editora senior de la revista Chemical Engineering News de la American Chemical Society (ACS), revista que recibo semanalmente vía email en mi calidad de miembro de la misma. Entre sus cometidos está el de redactar los obituarios de los miembros fallecidos de la Sociedad, una labor que exige su dedicación, pues no en vano la ACS tiene ahora más de 160.000 miembros. Siempre leo los citados obituarios y, de hecho, ya hice una entrada al respecto hace tiempo. En el clásico estilo americano para estas cosas, Susan da la edad del finado, la causa del fallecimiento, los más próximos que le sobreviven, dónde serán los oficios fúnebres, amén de un resumen de las actividades profesionales del químico o ingeniero químico en cuestión.

Me he tomado el trabajo de ver cuantos obituarios ha escrito Susan en un año. Y, exactamente, han sido 182 entre mayo de 2010 y mayo de 2011. Es decir, en ese lapso de tiempo, la ha cascado algo más del uno por mil de la población latente de la Sociedad. He cogido, por coger una muestra más o menos representativa, los 50 obituarios más recientes y he realizado mi propia estadística sobre la edad de los químicos que han pasado a mejor vida (es un decir). Al calcular la media resulta la asombrosa cifra de 82,7 (±11,5), con un valor máximo de 97 años y un valor mínimo de 48. Datos hay que poner además en contraste con la esperanza de vida en Estados Unidos que es de 78,3 años, un valor relativamente bajo entre las naciones avanzadas. De hecho en la clasificación de países con mayor esperanza de vida, los americanos ocupan el puesto 36.

Es evidente que se pueden hacer muchas críticas a mi forma de manejar los datos (también a la que emplean algunos periodistas y escritores de blogs). Por ejemplo, que los que se hayan muerto jóvenes todavía no habían sacado la cabeza del cascarón y nadie los conocía ni ha porfiado para que salgan en los obituarios de la ACS. Pero podría argumentarse, en contra, que de un vejete de 97 no se acuerda nadie, a no ser que sea un Nobel (la ACS acumula muchos Nobeles en su nómina). En cualquier caso, mi conclusión al respecto es muy clara y aplastante. Si hay alguien que está "marinado" largo y tendido en productos químicos es el que ejerce la profesión de tal durante toda su (ya se ve que dilatada) vida profesional. Pero ahí está
el tozudo resultado estadístico.

Y encima, la mayoría de los alquimistas varones se han muerto compartiendo su vida con mujeres 20-30 años más jóvenes que ellos. Lo del tío Alberto de la canción de Serrat....

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domingo, 29 de mayo de 2011

Guerras modernas

Hay varios indicativos que constatan que uno se va haciendo viejo. Entre ellos, los papeles inservibles que uno acumula (teoría de mi colega la Dra. Cortázar), o los amigos importantes que uno atesora. Uno de esos amigos, jerifalte de un Ente del que no daré dato alguno (Búho discreto ante todo), me contaba hace unos días que se va a ir con su cuerpo directivo a unas sesiones de coaching a una bodega alavesa para, entre cata y cata, reflexionar sobre el devenir de su negocio. Otra amiga, ejecutiva agresiva de una empresa dedicada a esa curiosa actividad, se vanagloriaba, con un vino (¡qué casualidad!) en la mano, de un reciente contrato con el que iba a llevar a altos directivos de una energética de campanillas a un stage al uso en un pueblo de Guadalajara. Entre las diversas actividades, una de las atracciones (a falta de vino guadalarajareño de postín que catar) era ese remedo de guerrilla urbana que llaman paintballs.

Ya me gustaría a mi irme con los colegas de POLYMAT a unas jornadas de ese tipo. Y lo digo por lo del vino alavés, que no por lo de las paintballs. Que uno tiene poco de guerrero y, por no matar, no quiere matar ni virtualmente. Para violencia la que uno ha tenido que sufrir de cerca a lo largo de su ya dilatada vida. Pero mi Universidad no tiene cintura para cosas como el coaching. Aunque le pusiéramos encima de la mesa el dinero, honradamente pagado por empresas que se fían de nosotros, nos negaría esa posibilidad. Entre el Tribunal Vasco de Cuentas que dicen que les acecha y las envidias de colegas que nunca podrían hacerlo, la negativa está servida. Pues que les den, que el Búho puede irse de coaching vinatero con su chica cuando le venga en gana.

Pero el caso es que lo del coaching es un próspero negocio. Era más floreciente hace tres o cuatro años, antes de la crisis, pero todo volverá a su ser. Y en derivada primera, también es negocio el asunto de las paintballs, esos proyectiles cargados de líquidos tintados, usados en esas guerras de mentiras que, pretendidamente, parecen crear nuevas inteligencias emocionales en los ejecutivos que lideran las mejores compañías, a cuyos encantos no nos queda más remedio que rendirnos. Y, en ese negocio, una de las principales químicas del mundo, Dow, habitual en este Blog, parece tener un importante nicho de negocio, como lo prueba este vídeo que os cuelgo. Está en inglés (perdón a los de siempre) pero voy a tratar de dar las claves para entenderlo en el lenguaje de Cervantes.

Las paintballs son unas bolas esféricas que se disparan desde pistolas de aire comprimido. Su superficie es una capa blandita de la gelatina de toda la vida, que encapsula un líquido viscoso de un polímero que llamamos polietilenglicol. La cubierta gelatinosa se puede decorar hasta con 400 tonos diferentes (para que cada usuario elija sus bolas personalizadas), mientras los polietilenglicoles interiores se venden en unos diez colores diferentes, indicativos de los grupos armados que pelean entre sí. El vídeo cifra en 5 millones de americanos los que cada año juegan a esta guerra, mientras otros dos millones se divierten con la misma parafernalia en el resto del mundo mundial.

El polietilenglicol es un polímero que puede resultar un tanto confuso. Aunque por su nombre puede parecer derivarse del etilenglicol, un líquido sobre todo conocido porque mezclado con el agua es el principal componente de los líquidos anticongelantes (podeis ver esta entrada al respecto), en realidad se obtiene industrialmente a partír del óxido de etileno, un gas dulzón de múltiples aplicaciones en Química, algunas tan minoritarias como esterilizar las jeringas que nos venden envasadas en las farmacias. Al polimerizarlo se obtiene un polímero, al que llamamos polietilenglicol si se trata de cadenas cortas y polióxido de etileno si las cadenas son largas (de hecho pueden ser muy largas). Entre sus diversas aplicaciones (además de las paintballs) hay otras de ámbito médico como el tratamiento del estreñimiento, cremas que facilitan el interludio sexual, lubricantes de gotas en oftalmología y otras muchas más en el ámbito de la cosmética (basta con mirar la etiqueta de muchas cremas).

En unas y otras aplicaciones, el tamaño (de las cadenas) importa y, de hecho, es la llave para aplicaciones concretas. Pero eso son cosas de químicos...

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lunes, 16 de mayo de 2011

Perretxikos versión 2

Parece ya obvio que me he quedado sin la versión previa de esta entrada como me quedé (hace tiempo) sin abuelas. Ya he explicado en el post anterior el follón que se ha montado con el brutal colapso de blogger.com, así que, recuperando uno de los borradores por los que fui transitando a la hora de componer lo que algunos madrugadores consiguieron leer, voy a ver si consigo una versión 2 no muy lejana de la primera.

Lo mismo que mi astenia vuelve a casa por primavera, los perretxikos vuelven a mi plato cada año en el entorno del día de San Prudencio (o de San Jorge, que no me voy a meter yo en trifulcas medievales). El caso es que, por estas fechas, mes arriba mes abajo, mi comadrona y yo cumplimos con el rito de comprar, sin mirar mucho el precio, un buen saquito de Tricholoma Georgii o Calocybe gambosa (tampoco me voy a meter en trifulcas botánicas), con el que nos preparamos en la intimidad uno o varios revueltos, con poco huevo y delicadamente cuajados, de estas deliciosas setas que ambos consideramos sin parangón. Pero, este año, la llegada de los Tricholomas ha venido con algún acompañamiento adicional.

Mi colega y amigo Unai Ugalde me ha enviado, en esas mismas fechas, la noticia de la publicación en una relevante revista [Fungal Biology 115, 393 (2011)], editada por la Sociedad Británica de Micología, de un artículo de su Grupo de investigación que tiene por protagonista a una sustancia química bien conocida para los que leemos cosas sobre los hongos y las setas. Se trata de un alcohol, el 1-octen-3-ol, una sustancia representativa del olor a setas u hongos y que muchos habrán detectado ante una buena cesta llena con ellos. En una entrada ya antigua, os hablé de la propuesta del gurú gastronómico Hervé This para usar pequeñas cantidades de esa sustancia química, que se puede comprar como reactivo de laboratorio, como forma de dar tonos de setas recién colectadas a algunos de nuestros platos. Aunque, en otra, os alerté sobre lo peligroso del asunto, despues de sufrir en mis propias mucosas pituitarias el carácter agresivo de tal sustancia, a pesar de que antes me había leído la hoja técnica y de seguridad que acompaña el producto. Pero ya se sabe que un químico tiene una irresistible tentación de meter la nariz en cualquier recipiente que contenga una molécula de olor penetrante. Y si algo le sobre al Búho es nariz.

En la mencionada publicación, Unai y sus colaboradores han demostrado que la Naturaleza no deja nada a la improvisación y que el papel del 1-octen-3-ol es más sutil que el aromatizarnos los bosques, las cestas de recolección y los revueltos. Este compuesto es producido por las esporas de la seta y, al acumularse en el ambiente, es capaz de inhibir la germinación de las mismas, lo que le convierte en un eficaz regulador de su número. En aquellos entornos en los que hay demasiadas esporas, la acumulación del volátil impide que compitan entre ellas pero cuando, por razones diversas, las esporas se dispersan, la concentración del volátil desciende y las esporas vuelven a germinar a mejor ritmo. Además del efecto regulador del 1-octen-3-ol, los mismos investigadores han demostrado que un compuesto relacionado, también con ocho átomos de carbono, la 3-octanona, inhibe el crecimiento, no ya de la espora sino del propio hongo, en entornos muy colonizados por su especie. Ambas conclusiones ilustran que el lenguaje químico de los aromas juega un papel mucho más importante de lo que se pensaba en el desarrollo de estas especies.

Así que, aprovechando la ocasión micológica que se me ofrecía, pedí a mi colega información adicional sobre algo que desde que era buhito me he preguntado: ¿Por qué los perretxikos de mis amores huelen y saben tan diferente a la mayoría de las otras setas?. Los micólogos hablan de aromas a harina fresca, pero es evidente que alguna sustancia química está jugando ahí un papel primordial. Pero parece que no hay respuesta fácil. Hasta ahora se han estudiado, fundamentalmente, los componentes aromáticos de setas y hongos muy conocidos, como los champiñones campestres y de champiñonera, los boletus edulis (el hongo por excelencia) y algunas setas "asiáticas" como el shiitake (Lentinus edodes), que mi amigo Ramón Navas introdujo en la Rioja Baja antes de que se me fuera para siempre. Su viuda, Mila Guridi, nos trajo, hace un par de findes, unos magníficos ejemplares de las mismas.

Pero hay algo que la bibliografía reciente que he hecho al respecto me ha enseñado. Resulta que muchas de las setas que consumimos tienen un alto contenido en glutamato monosódico, una molécula de la que ya hablamos en extenso en otra entrada de este Blog. Al que le mosquee este comentario que se la lea. Y al que no que se compre unos perretxikos, mientras los pueda encontrar, y que se los coma.

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sábado, 14 de mayo de 2011

Las tribulaciones del Blog del Búho

El inefable Hermano Luis Ortiz, alias Caruso, mi profesor de Preu, tenía un latiguillo que usaba siempre que nos describía los males diversos que podían acontecernos si no seguíamos sus consejos docentes: "Tengan Uds. en cuenta que yo no soy profeta pero casi siempre acierto". Pues este su humilde alumno debe haber heredado esa capacidad. Hace dos o tres entradas hacía público aquí mis miedos de que, algún día, Blogger.com decidiera cerrar este garito y yo me quedara con mis más de 300 entradas perdidas en el espacio virtual. Pues ha bastado esa semiprofecía para que llegue el viernes y se me llene el correo de mensajes de muchos suscriptores avisándome de que la entrada sobre los Perretxikos, de la que habíais recibido una alerta de publicación, parecía no existir. Trás comprobar lo que pasaba, he contestado a la mayoría diciendo que era un problema de Blogger y que yo poco podía hacer, pero ese mensaje no reflejaba todo el miedo que tenía en el cuerpo, al comprobar que tampoco podía acceder a mi cuenta en ese sitio. Lo que no ha mejorado cuando he podido comprobar que hasta en El País, en su edición de hoy, se hace eco del bloqueo, lo que da una idea de la magnitud del problema. Se ha pasado casi todo el sábado y aquí sigo, sin saber muy bien qué hacer. Puedo entrar al listado de todas mis entradas, pero en lo que se refiere a la última que publiqué (la pobre desgraciada dedicada a los perretxikos), sigue sin publicarse y el borrador de ella que aparece en mi listado interno es eso, un borrador, bastante diferente de cómo configuré finalmente el post. Así que he optado por publicar este para ver qué pasa, informaros del pequeño desastre y ver venir en lo relativo a esa entrada perdida en el magma bloguero.

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miércoles, 4 de mayo de 2011

Acqua capricciosa

Me temo que mucho vamos a hablar sobre el agua en los próximos años. Da la sensación de que va a pasar a convertirse en otra sustancia química escasa, a pesar de su omnipresencia, dada su creciente demanda. Al final, acabaremos invirtiendo en agua, como quien invierte en metales preciosos. Aunque ahora, como ya os he contado alguna vez, es casi de risa ver lo que nos cuesta el agua de grifo. Mil veces menos el litro que el del agua embotellada (basta con mirar el recibo del agua), lo cual no debiera incitarnos al derroche incontenido. Pero hoy no estoy para cosas serias, que me duelen las articulaciones, la cabeza y, si localizara donde se esconde el alma, probablemente detectaría que ahí también me duele. Así que vamos a dedicar un tiempo a un par de noticias más o menos soft sobre el agua que tenía durmiendo el sueño de los justos.

En la reunión de agosto de 2010 de la American Chemical Society, un grupo de la Universidad de Liverpool presentó, con mucha pompa y boato, lo que ellos han denominado el "agua seca", un aparente contrasentido donde los haya. En realidad, y con independencia del marketing que usaron los investigadores de la ciudad de los Beatles, el asunto viene de lejos. Un material similar fué descrito ya en 1968, hay algunos trabajos franceses de principios de este siglo y el propio grupo de Liverpool ya había publicado un artículo previo en Nature en 2008.

El agua seca es una mezcla de nuestro líquido por excelencia con unas finas partículas de sílice (el mismo material de la arena), partículas que se han modificado químicamente de forma que se han convertido en hidrofóbicas, es decir, que repelen el agua. Al agitar vigorosamente agua en presencia de esas partículas, el resultado es que las gotas de agua se hacen muy pequeñas por el intenso grado de agitación y las partículas de arena recubren dichas gotas, lo que permite obtener una especie de polvo tenue que fluye de forma parecida a la propia arena.

El extraño material ha sido propuesto para una gama de aplicaciones muy ligadas al medio ambiente. Por ejemplo, para capturar y/o almacenar metano, el gas más representativo del llamado gas natural pero, también, un gas con efecto invernadero más acusado que el propio anhídrido carbónico. Un litro de metano se puede almacenar en aproximadamente 6 gramos de "agua seca". También se está estudiando su posible uso en la captura de CO2 así como en otros usos, tales como el acelerar determinadas reacciones o almacenar emulsiones.

Pero hay otra forma de agua tan extraña como la anterior. El agua deshidratada, que de alguna forma resuena como el café descafeinado. Pero el agua deshidratada es algo más chirene, que dicen mis vecinos de Bilbao. No sé si conceptuarlo como un timo o una manera de quedarse con el personal, pero un geólogo jubilado decía hace poco, en una carta al Chemical Engineering News, que él tiene constancia de tal asunto desde 1955, lo que parece indicar que resiste bien el paso del tiempo. El caso es que se puede comprar en internet en forma de cápsulas, nada menos que en Amazon. También se pueden encontrar píldoras como las que aparecen en la imagen que ilustra esta entrada y, para más inri, una empresa llamada Bernard Food Industries Ltd, la vende incluso envasada en lata, para cientos de usos como preparar martinis secos, la limpieza en seco y otras utilidades. Y, además, sin contener aditivos, colorantes ni nada de nada (No Nothing, dice al final el anuncio, resumiéndolo todo).

Una buena opción para una inocentada o un regalo de despedida de solter@ a alguien relacionado con la Química.

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